Cuando era más joven, al inicio de todo, veía mi vida con incertidumbre y pensaba en ese futuro que aún estaba por llegar. El futuro ya es hoy, los años han pasado y haciendo balance, me doy cuenta de que nada de lo que imaginaba ha sucedido.
Nadie sabe lo que va a vivir, lo que le depara la vida, lo que se va a encontrar por el camino, lo que se va a dejar en él. Todo es una gran incognita que merece ser vivida, pero, siempre sin perder la dignidad y el orgullo de ser una buena persona.
En un mundo en el que a todos y a todas se nos clasifica por nuestro estado civil, nuestras ideas políticas y religiosas y nuestra actividad laboral, a veces se echa en falta que se nos etiquete simplemente como individuos con o sin corazón.
Reina el interés y el prejuicio y falta la humanidad y la integridad. Nos paramos poco a pensar en las demás personas, en sus sentimientos y somos demasiado materialistas. Parece que sólo nos importa tener y acaparar objetos, comprarlo todo, aunque hay una cosa que no se puede obtener con dinero......¿que será?...Opino que acostarse cada día con la conciencia tranquila no tiene precio y esta sensasión aumenta en progresión contraria cuando se es más rico. Aunque también es verdad, que los poderosos de este mundo, hace tiempo que dejaron de tener consciencia y que no les importa nada el prójimo, sino la cuenta bancaria.
Los pobres cada vez somos más pobres y honrados y los ricos más ricos e inmorales, sin embargo, todos tenemos en la cabeza esa especie de garbanzito que de vez en cuando nos pica y nos hace preguntarnos por nuestra integridad. Por desgracia, la honradez, la integridad, la humanidad, engrosan cada vez más las colas del paro y no son herramientas operativas, al menos de forma visible, para alcanzar nuestros sueños y para llenar nuestras neveras.