Hace más de dos años que te fuiste. Te tocaba cumplir los 50, sin embargo, te quedaste por el camino.
Parece que fue ayer cuando siendo dos niños, paseabamos por El Realejo y comprábamos cartuchitos de camarones. Entonces, eramos tan inocentes y tan libres... Tú me decias: cuando llegue el año 2000, yo tendré 39 años y tú 38 ¿te imaginas cómo será el mundo entonces?. Iremos vestidos con ropa de papel de aluminio y los coches volaran por el cielo.
Pero, llegó el año 2000 y el apagón digital y los coches no volaron por el cielo. Tú para entonces tenías un hijo de dos años y yo una hija de uno. No nos vestimos con papel albal ni hicimos nada que pudiera ser recordado como insólito. Vivimos nuestras vidas, hasta que nos tocó separarnos. Yo me fui al norte y tú te quedaste en el sur y a partir de ahí, te fui perdiéndo. Hasta que una maldita enfermedad te alejó de nuestras vidas para siempre.
Estamos en 2011, te tocaría tener 50 años y saber que España ganó el mundial, que tu hijo lleva gafas, que la crisis continua y que el paro no deja de crecer, pero, seguro que tu estás en un lugar donde la gente se viste con papel albal y los coches vuelan por el cielo.
No he dejado de olvidarte, no he dejado de quererte, Salvador.
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