Hace tiempo alguien me dijo que no sería una mujer completa hasta que no tuviese un hijo. Me pareció una barbaridad entonces y me lo sigue pareciendo en la actualidad. Lo importante es ser persona, sentirse bien y no pensar que en la vida se necesitan fundamental y necesariamente a otras personas para vivir.
Vivir, ese maravilloso regalo que apenas valoramos, que no apreciamos hasta que perdemos a un ser querido o hasta que nosotros mismos enfermamos gravemente.
Oda a la vida, a la felicidad, a sentirnos bien cada mañana sin necesidad de mirarle la cara a otra personas.
Vivir para vivir. Dejar a un lado los malos pensamientos y levantarnos con alegría. Acostumbrarnos a no desear lo indeseable, lo inalcanzable y procurar darle sentido a nuestras vidas con esas pequeñas cosas, esos detalles casi inapreciables que hacen que el día sea más corto y que nuestra existencia sea más feliz.
Desear que cada mañana te despiertes con la persona amada, que te sientas bien en casa, que tus cómpañeros de trabajo compartan tus sueños, que el pan te sepa a pan, que el tomate sepa en invierno igual que en verano, eso son nuestros sueños más cercanos y más accesibles y lo que realmente importa es vivir y vivir de forma apacible siendo amado.
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